martes, 25 de diciembre de 2012

La mesa...

Sobre la mesa está el argumento definitivo de esto... Sobre la mesa también reposa la prematura conclusión... Fue la misma mesa que escogimos para conocernos, para dejar en ella todas nuestras realidades y para ver cómo caían las pocas cosas que alcanzamos a dejar en ella...

Nadie me advirtió que el peso de mis ganas podría amenazar la precaria estabilidad de esta mesa... Mesa traviesa que no dejó de moverse... Mesa inquieta que reconoció en el silencio la forma más fácil de dejar caer las cosas... Mesa que no sintió y no quiso sentir; que calló; que dejó ir...

Me quedé con las ganas de más atardeceres juntos, de más cejas debajo de los dedos, de más abrazos... De la mesa se cayeron las miradas, los besos y las sonrisas... Irónicamente no solo se cayó el futuro, lo hizo también el presente, ¡y de qué forma!

Esta mesa no tuvo cajones para guardar el susto del primer abrazo, tampoco el libro en el que pretendía escribir nuestra historia, ese también se cayó sin haberse escrito la primera línea... ¿Dónde guardar entonces las fotos quedaron en la mente?

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