martes, 27 de diciembre de 2016

Advertencia...

Ese día llegué a nuestro punto de encuentro más temprano que de costumbre. Nuestra cita siempre era a las 7:15, ni un minuto más, ni un minuto menos. Es como si nuestros encuentros casuales tuvieran su propio cronograma, solo para indicarnos que eran una transacción, que no habían tiempos extras y que al primer indicio de amor todo se iba para la mierda. Ya me lo habías advertido, nunca te lo permitirías...

Y ahí estaba yo, incumpliendo las reglas, llegando más temprano, con las ganas contenidas por esos 15 días de "vacaciones mutuamente acordadas", por esa urgencia que sentía entre las piernas...

Estaba cansado de esas caricias que pretenden emocionar cuando lo que hacen es aburrir... Ese día estaba dispuesto a calmar las ansias de la manera más desesperada y cruda posible... Ese día no lo olvidarías...

No habías llegado y mi lengua ya recorría cada milímetro de la tuya, mi cuerpo apretaba tu cadera hacia la pared y mi pantalón quería romperse ante una realidad que poco podía ocultarse...

No creas que no pude notar la leve confusión que tuviste cuando te giré tomándote del pelo y dejé que las tijeras recorrieran la tela de tu camisa... Cada corte era placer en su expresión más compleja...

Mis ojos buscaron los tuyos, te necesitaba cómplice de esta locura... Ansiaba que fuéramos dos los desquiciados, dos los desenfrenados, dos los insaciables... 

Una firme cachetada tuya me confirmaba que los dos estábamos listos... Volviste a golpearme en una clara invitación a la guerra... Entré sin dudar al campo, el terreno estaba suave y dócil; mi desenfreno, impetuoso... Mis oídos eran testigos de tus gemidos desbordados y tus súplicas de seguir y detenerme, seguir y detenerme... 

No podías contener el aliento mientras recorría los rincones de tu fortaleza, custodiada por la testaruda razón... Clavé tu cabeza entre las dos almohadas mientras tus vivaces caderas recitaban el más dulce de los poemas... Me diste las llaves...

No pudiste más, y con destreza giraste para presenciar lo que estaba pasando... La música sonaba más fuerte y mi cadencia poco sutil te llevaba a un nuevo límite que no conocías... Por un pequeño segundo sentiste qué era quedarse sin respiración, inmóvil, con los ojos vidriosos... Te entregaste por completo, como nunca lo habías hecho, como siempre quisiste pero a la vez como más temías...

Explotaste, sí, explotaste sin mesura, sin remordimiento, sin pena alguna... Gritaste, golpeaste, mordiste y finalmente caíste, te rendiste, sentiste morir y volver... Me culpaste con un tinte de agradecimiento y me diste un último beso... Fue la última vez que te vi, ya me lo habías advertido...