miércoles, 12 de septiembre de 2012

Secaste mis lágrimas...

Secaste mis lágrimas, es la verdad. Lo que alguna vez creí imposible lo lograste con calma. Llegaste lentamente, esperaste el momento adecuado y simplemente te pusiste al frente, me miraste y sin hacer nada más, cautivaste mis ojos al punto de la sequedad...

Cada manifestación tuya se convertía en la oportunidad que tenían mis mejillas de no repetir la misma dolorosa escena: el líquido bajando lentamente, anticipando el dolor en el pecho y la soledad del alma. Pero llegaste, miraste, secaste, y a su vez, cicatrizaste...

Mi dolor no te era ajeno, es la tristeza más universal que existe. Miles como yo buscan a alguien que sequen sus lágrimas y hoy me ha tocado a mí, la felicidad me ha abrazado y yo me he rendido ante su innegable belleza...

Sé que mis ojos nunca más extrañarán el opaco de las lágrimas, el ahogamiento propio del desamor y la desesperanza de la soledad... Mis ojos ahora han conocido una nueva forma de vivir, en donde las lágrimas, si han de existir, serán de felicidad...

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