viernes, 10 de febrero de 2012

Abriendo las manos...

Por dentro una voz retumbante pedía a gritos que no soltaras ese fino hilo que unía nuestras vidas. Ahora lo has soltado y mi corazón, a la deriva, ha perdido todo el rumbo. 

Mi mente me repite una y otra vez que la misión más sensata en todo esta historia es ser yo quien te deje ir, pero ¿qué sabe ella del amor? 

Aún tengo la impresión de tu sonrisa en mi retina; la memoria de nuestros días juntos; la pasión entregada aquella tarde, cuando el mar estaba cerca y mi ilusión acompañaba tus días...

Me hace falta tenerte cerca, sentir tus abrazos sinceros, bailar con tu sombra y añorar una vida juntos... Te extraño en la cotidianidad de mis días, en lo abstracto de mi pensamiento y en mis manos que no quieren dejarte ir...

No escuchaste cuando te pedí que no te fueras, aunque mis palabras hayan sido otras... Poco a poco te fuiste y ahora soy yo quien queda solo, en esta esquina, apreciando cómo mi borrosa mirada te ve partir, sin mirar atrás... y de nuevo quedan mis manos, llenas de ti, del último abrazo, del último beso, del último momento...

Me negué una y otra vez, rechacé, lloré, reí, sentí, pensé y por último determiné, lo cual ahora parece haber sido un propósito noble e ingenuo... Jugué mis cartas, todas... Agoté los recursos prudentes para poder escribir esta historia. Después del partido llegó el cansancio y con él, la aceptación...

Acepto lo triste que es ver cómo te alejas sin haber podido hacer nada, reconozco que en este juego ya he perdido y que de nada servirá planear estrategias con las nubes como hojas en blanco... 

Un paso más en la tarea de.terminar... Es tan fácil como abrir las manos para dejar.te ir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario